La Guerra Total. La brutalización de la guerra.
La época de la Guerra Total.
Los problemas surgidos en la postguerra de la Primera Guerra Mundial, la crisis de 1930 y las condiciones de paz impuestas a Alemania, crearon una situación internacional inestable que permitió que en 1939 estallara una guerra mucho más cruenta, aunque no más terrible que la Gran Guerra. No olvide leer la primera parte de este articulo: La Guerra Masiva.
Centro de la ciudad japonesa de Hiroshima después del lanzamiento de la primera bomba atómica
Otra razón del aumento de la brutalidad en la guerra fue la nueva impersonalidad de la guerra, que convertía a la muerte en una consecuencia remota de oprimir un botón. El auge tecnológico hizo invisible a las víctimas, lo cual no pasaba cuando la espada o las bayonetas se clavaban y reventaban las vísceras de los soldados, o cuando estos aparecían frente al punto de la mira de las armas de fuego. Frente a las ametralladoras no había soldados, sino estadísticas, debajo de las bombas no habían personas que iban a ser quemadas y destrozadas, sino blancos. Los jóvenes que pilotaban bombarderos, en cualquiera de los bandos, no habrían sido capaces de apuñalar a una joven con sus hijos, pero tenían menos problemas al ver el blanco en la mira para lanzar las bombas, sea sobre Rotterdam, Hamburgo, Londres, Hiroshima y Nagasaki.
El impacto de la Guerra Total

Vista de Varsovia después de la SGM
Los 31 años de guerra mundial, marcados por el derrumbamiento y catástrofe, es el momento más apropiado para estampar el inicio del siglo que ya pasó y que no puede disociarse del conflicto, el cual siempre estuvo presente, aun cuando no fue latente el sonido de las armas. Este periodo, marcó el derrumbamiento de los cimientos de la civilización, lo cual dio paso a una nueva edad de incertidumbre marcada por oleadas de rebelión y revolución que situaron en el poder a un sistema que se vislumbró como alternativa a la sociedad capitalista. Desde nuestra posición ventajosa de los noventa, el Siglo XX vio una edad de oro, que dio paso a una aparente nueva crisis, hacia un futuro desconocido y problemático, pero no inevitablemente apocalíptico.
Muchos, por jóvenes o veteranos que seamos -incluso nuestros lectores que pertenecen a otra generación más actual-, somos parte de este siglo, que también es parte de nosotros; sin olvidar que tenemos un lugar y tiempo concreto en la historia, y hemos participado —por insignificante que haya sido o sea nuestro papel—, al igual que hemos sido observadores de los dramas del siglo pasado y nuestra época, cuyas opiniones acerca del siglo han sido formadas por los que consideramos acontecimientos cruciales del mismo. Existe el futuro, es cierto, y debemos actuar en él, como dice Hobsbawm (1998), “la única generalización absolutamente segura sobre la historia es que perdurará en tanto en cuanto exista la raza humana”