Acuerdos de Múnich. Acerca de nosotros, sin nosotros y contra nosotros.
Resalta Eric Hobsbawm, ningún historiador sensato ha puesto en duda que Alemania, Italia y Japón fueron los agresores que llevaron al estallido de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, los países que se vieron arrastrados a la guerra contra el Eje, sea capitalistas o socialistas, hicieron cuanto estuvo en sus manos por evitarlo, como pasó con la mediación lograda frente a la Crisis de los Sudetes a partir de los Acuerdos de Múnich, con los que se cedió parte del territorio Checoslovaco a la Alemania de Hitler para aplacar sus ánimos expansionistas.
Antecedentes
Checoslovaquia fue un Estado formado en 1918 a partir de la desintegración del Imperio Alemán y el Imperio Austrohúngaro mediante el Tratado de Saint-Germain-en-Laye. Principalmente, el país se conformó por los territorios antes bajo el dominio austriaco de habla checa, como Bohemia y Moravia, y también de territorios que formaban a Hungría, como Eslovaquia.
Finalizada la Gran Guerra, el principio fundamental que guió a Europa para la reestructuración del mapa fue la creación de Estados étnicos lingüísticos según el principio de que las naciones tenían el «derecho a la autodeterminación». Sin embargo, este principio fue sustentado por quienes estaban lejos de las realidades étnicas y lingüísticas de las regiones que debían ser divididas en Estados nacionales. El resultado de este intento fue realmente desastroso en Checoslovaquia, donde había diferentes realidades étnicas: húngaros, eslovacos, checos, polacos y alemanes.
La minoría alemana en Checoslovaquia habitaba el sector de Moravia y la frontera de Bohemia con la Silesia alemana y Sajonia, donde representaba el 30% de la población de estos territorios. Básicamente, eran personas que conservaban la cultura y tradición alemana, ya que eran descendientes de colonos alemanes que llegaron al sector en el siglo XIII.

La noche de los cuchillos largos
La Crisis de los Sudetes
Para febrero de 1938 Hitler expuso que no está dispuesto a aceptar que los alemanes fuera de la fronteras del Reich siguieran oprimidos. El dictador alemán se refería a los casi nueve millones de alemanes y austriacos en la región de los Sudetes, término que designada la minoría germanófila en Checoslovaquia.

Checoslovaquia se había conformado como una república democrática, con parlamento y miembros elegidos democráticamente. Sin embargo, tenía una debilidad, la existencia de fuertes minorías étnicas que muchas veces iban en contra del Gobierno central en Praga. La más importante de ellas eran los alemanes, le seguían los húngaros, ucranianos y finalmente polacos.
El problema étnico era fuerte, ya que el Gobierno en Praga no reconocía autonomía a las minorías, aunque en 1934 se formó un nuevo partido perteneciente a la minoría alemana denominado: Frente Patriótico de los Alemanes de los Sudetes o el Sudetendutshchen Partei (SDP), dirigido por Konrad Henlein. El SDP no tenía propiamente tintes nacionalsocialistas, pero veía en la Alemania de Hitler una oportunidad para trascender, por lo que pactó con el partido Nazi Alemán y reclamó la adhesión al Reich. En pocos años el SDP se convirtió en el mayor partido checoslovaco, por lo que el Gobierno checo, en cabeza de Edvard Benes, no tuvo más remedio que darle autonomía en su territorio.
Alemania se dedicó a fomentar sentimientos separatistas creando un clima de revuelta en Checoslovaquia, no solo frente a los germanófilos, sino también estimuló las pretensiones de las minorías polacas y húngaras, por ejemplo en los sectores de Teschen y Eslovaquia respectivamente. Hitler se dedicó a usar las mismas tácticas que utilizó durante la anexión de Austria meses antes, criticando al gobierno checo y perpetrando el odio hacia este como un órgano opresor del pueblo alemán. Por ejemplo:
“El Estado Checo empezó con una mentira, y el padre de esa mentira se llama Benes (presidente de Checoslovaquia) No existe tal nación checoslovaca, sino solamente checos y eslovacos, y estos eslovacos nada quieren tener en común con los checos”
Este clima siguió profundizándose, incluso el SDP –instigado y con apoyo de Alemania- llevó a cabo continuas provocaciones contra el gobierno checo, como contra las instalaciones del Ejército, lo que llevó a la detención de varios de sus miembros, a lo cual contestó Alemania apresando ciudadanos checos residentes en su territorio.

Una anexión pacífica
Para Hitler, era importante salvaguardar la población germanófila en Checoslovaquia, pero esto solo era una excusa, puesto que en sus ánimos expansionistas buscaba apropiarse de la nación, ya que los Sudetes concentraban las industrias más prosperas de Europa y un amplio desarrollo de artículos como vidrio, minas de carbón y otros yacimientos. Tampoco hay que olvidar la importancia de las fábricas de Skodan donde se producían los mejores armamentos pesados de toda Europa. Además, para Hitler no era favorable tener un Estado soberano que se adentrara en el territorio del Reich como precisamente lo hacía Checoslovaquia, la cual, vale aclarar, se veía rodeada por territorio alemán desde la anexión de Austria.
En todo caso, Checoslovaquia representaba un problema para Hitler, por lo que retirarlo del escenario era primordial. Por tal razón, en un primer momento se organizó el Fall Grün o Caso Verde, el cual constaba de la invasión militar de Checoslovaquia. Sin embargo, este plan no tuvo mucha acogida, pues no había una causa que justificara la acción, incluso los comandantes de la Wehrmacht, como Ludwig Beck, estaban totalmente en contra de una acción militar ya que representaría un sobreesfuerzo para las fuerzas armadas de Alemania -en proceso de formación- ante el bien preparado Ejercito de Checoslovaquia,
Una intervención militar podría haber atraído rápidamente a Francia (con quien Checoslovaquia tenía una tratado de ayuda) y Gran Bretaña, tampoco nos olvidemos a la Unión Soviética, que de acuerdo a la intervención francesa, se movilizaria en defensa de Checoslovaquia, ya que tenían una acuerdo de defensa mutua con Checoslovaquia.
Pese a todo, los planes de invasión a Checoslovaquia se fijaron para el 30 de septiembre de 1938.

Batallones de tanques pesados alemanes
La mediación occidental
El 12 de septiembre de 1938 Hitler atacó al presidente Benes y predice la desaparición de Checoslovaquia, al mismo tiempo que en los Sudetes se presentan varios casos de violencia contra el Gobierno. Por tal razón el Gobierno checo declaró Ley Marcial en todo el país y el líder del SDP, Konrad Henlein, huye a Alemania con sus colaboradores. Francia y Gran Bretaña aceleran sus consultas, pero Benes no se decide en pedir ayuda a la Unión Soviética ya que tiene el temor de que el Ejército Rojo se instale en el territorio en calidad de protector.
El 15 del citado mes, Neville Chamberlain (Primer Ministro de Gran Bretaña) se reúne con Hitler en Bechtesgaden. En esta reunión Hitler le asegura al premier británico que no tiene pretensiones más allá de los Sudetes, negando un desmembramiento futuro de Checoslovaquia. Chamberlain tuvo un profundo miedo de llevar a su país a una guerra si seguía los designios de Francia en defensa de Checoslovaquia, por lo que accedió a las pretensiones del dictador alemán, aunque no de forma inmediata.
Hitler continuó con la preparación de su invasión, pero el 22 de septiembre se reúne de nuevo con Chamberlain en Goldemberg. Chamberlain convence a Édouard Daladier (Primer ministro de Francia) de que solo la transferencia de los Sudetes de Checoslovaquia al Tercer Reich podía evitar la guerra. De todo esto, para Hitler queda claro que ni Gran Bretaña ni Francia intervendrán militarmente por Checoslovaquia.
No cabe duda en afirmar que el miedo a una nueva guerra, igual o peor a la Gran Guerra, fue algo que permeó la mediación de los gobiernos occidentales, a tal punto que para Chamberlain y Daladier la paz aparente es una alternativa mucho más importante que la desaparición de un país de segunda fila como Checoslovaquia. Sumado a esto, para Hitler, solucionar pacíficamente era mucho mejor que enfrentarse al poderío de los ejércitos combinados de Francia y la Gran Bretaña, cuya potente y temida flota de guerra había sido ya puesta en estado de alerta. También, la opinión popular en Alemania no era total, ya que la invasión representaría que Alemania se sumiría en el caos de una nueva guerra.

Los ejércitos más poderosos de la Historia
“Acerca de nosotros, sin nosotros y contra nosotros”
Ya que era claro que el Gobierno británico y francés no intervendría militarmente, la Fall Grün se pospuso y, del 29 a 30 de septiembre, los delegados de Alemania, Italia, Francia y Gran Bretaña se reunieron en Múnich, Hitler, Mussolini, Daladier y Chamberlain. Inexplicablemente, los delegados de Checoslovaquia, a la cabeza del presidente Edvard Benes, no fueron aceptados en la reunión y la Unión Soviética, con quien Checoslovaquia tenía un pacto de defensa no fue invitada.
El temor a una guerra hizo que nadie deseara molestar a Hitler, mostrando una notable debilidad de los gobiernos occidentales, que finalmente terminaría de caer sobre ellos unos meses después. Así, luego de un tira y afloja a lo largo de la reunión, el 30 de septiembre se llegó a la deliberación de que las tropas y administración checas debían evacuar el territorio de los Sudetes en los próximos diez días sin que se desmantelen y destruyan las instalaciones industriales y militares existentes en la zona; estas son, de hecho, el principal objetivo de Alemania. Luego, las tropas alemanas ocuparan el territorio a lo que seguirá un plebiscito en el que la población decidiría libremente su pertenencia al Tercer Reich, este nunca se llevó a cabo.
La instigación de Hitler hacia Polonia y Hungría también tuvo su resultado, pues la zona de Teschen también le fue arrebatada a Checoslovaquia.
Chamberlain logró que Hitler firmara un documento en el que se garantiza el diálogo de los gobiernos para no poner en peligro la paz de Europa. Sin embargo, los acontecimientos siguientes solo se encargaron de mostrar la total falta de valor de los acuerdos. Sin duda alguna Múnich fue la condena a muerte de Checoslovaquia con el beneplácito de sus antiguos aliados.

El deshonor de los Acuerdos de Múnich
A pesar de que Chamberlain y Daladier llegaron a sus naciones como defensores y perpetradores de la paz, varios sectores vislumbraban la precariedad de esta paz, conseguida de la forma más humillante destruyendo un país libre y democrático. En Londres, Winston Churchill se retira de la Cámara de los Comunes y expresa:
“El Gobierno tenía que escoger entre el deshonor y la guerra. Ha escogido el deshonor y tendrá que hacer la guerra”
Los Gobiernos de Gran Bretaña y Francia se encargarían de presionar a Checoslovaquia para cumplir los acuerdos, aunque el país no tenía otra opción al ser abandonado de tal forma. Aun con el triunfo, Hitler pudo haber preferido una invasión a Checoslovaquia, sin tener que esperar más tiempo para apropiarse de su territorio, pues desde el principio su plan fue borrar al país del mapa. No faltó mucho para que fuera así.
Inmediatamente a la anexión, la Gestapo y SS se dedicaron a perseguir a los opositores demócratas y comunistas, además se expulsó a la población checa y se reprimió a la alemana.

La Masacre de las Fosas Ardeatinas
El primer Golpe de Praga
Ya que el fin de Hitler era apoderarse de todo el país, continuó instigando por meses la lucha y atacando al Gobierno de Praga acusándole de ejercer fuertes represiones contra la población germanófila restante en Bohemia, Moravia y Eslovaquia, lo que generó una inestabilidad aún más profunda que culminó en marzo de 1939.

Hitler empezó diálogos con un sacerdote católico eslovaco llamado Tiso, que actuaba en la clandestinidad por la independencia de Eslovaquia. Así, con apoyo alemán, el clérigo convocó una Asamblea Eslovaca que proclamó la independencia, pasando así a ser Eslovaquia un protectorado alemán. Rápidamente Chamberlain anunció la situación al parlamento, pero al estar Checoslovaquia desmembrada, tanto Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética ya no estaban obligados a defender el país (que prácticamente ya no existía) de una invasión alemana.
Luego de la anexión, el presidente Benes renunció y se exilió en Gran Bretaña, le sucedió Emil Hacha. Hacha viajo el 15 de marzo de 1939 a Berlín para asegurar la independencia de su país, pero allí fue presionado y obligado a firmar una declaración en la que “pone en confianza el destino del pueblo checo en manos del Führer”. Ese mismo día la Wehrmacht cruzaba las fronteras checas, dando el primer paso hacia la segunda guerra mundial.
Ahora, hoy en día los Acuerdos de Múnich son considerados, tanto por Alemania como República Checa, como nichtig ex tung (no válidos desde el principio) ya que los estados firmantes actuaron en perjuicio de un tercer Estado que no es estuvo presente: Checoslovaquia.

Fuentes Consultadas
- Beevor, A. (2012). La Segunda Guerra Mundial. Barcelona: Pasado y Presente.
- Bullock, A (1974) Hitler, estudio de una tiranía. Barcelona
- fideus. (s.f.). Obtenido de Acuerdos de Munich: https://www.fideus.com/esdeveniments%20-%20acuerdos%20de%20munich.htm
- Hobsbawm, E. (1998). Historia del siglo xx. Buenos aires: Critica.
- Mariño, J. M. (s.f.). El Pacto de Munich. Universidad de Salamanca. Obtenido de https://gredos.usal.es/jspui/bitstream/10366/29142/3/THIV~N46~P62-75.pdf
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Artículo escrito por:
Licenciado en Ciencias Sociales, docente de Historia en la educación básica primaria y secundaria, y educación media en Colombia. Jefe editor y redactor en Un Siglo en Guerra.
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