La Masacre de las Fosas Ardeatinas
En mayo de 1943, los Aliados occidentales invadieron Italia, dejando a este país en una situación precaria, por lo que, sin efectivos capaces y con su más cercano aliado -Alemania- en una abierta desventaja, no tuvo más opción que retirar su apoyo al Eje y posicionarse junto a los Aliados. La respuesta directa de Alemania fue iniciar la ocupación del territorio italiano, ante lo cual los partisanos italianos llevaron a cabo una férrea defensa de su soberanía, por lo que Hitler tomó duras represalias. Una de ellas fue el asesinato de 335 civiles italianos, hecho que se conoce como la Masacre de las Fosas Ardeatinas.
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La posición italiana
La invasión Aliada a Italia sorprendió notablemente al Gobierno fascista, por lo que Mussolini organizó varias medidas para asegurar su poder en el gobierno, como por ejemplo, retirando varios diplomáticos de puestos importantes del Estado. Sin embargo, esto fue mal visto por otros miembros del gobierno y por el monarca Víctor Manuel III.
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Junto con otros miembros del gobierno, Víctor Manuel empezó a considerar el armisticio con los Aliados, una acción justificable, comprendiendo la situación de su nación, acaecida por las pésimas acciones tomadas por los mandos militares del Eje. Para llevar a cabo su plan, era necesario retirar a Mussolini del poder e instaurar un nuevo gobierno.

Víctor Manuel entabló conversaciones con algunos jerarcas fascistas, entre ellos Dino Grandi, Giuseppe Botai y Galeazzo Ciano; con los cuales -el 23 de julio de 1943- se llevó a cabo el Gran Concilio Fascista, el cual reestableció el control de Víctor Manuel en elGobierno. Mussolini fue citado a audiencia con el monarca, abandonó su cargo de Primer Ministro y fue arrestado por los carabinieri, su cargo lo asumiría el General Pietro Badoglio.

Se firma el Armisticio
Con Badoglio en el poder, puede decirse que no cambió en apariencia la alianza de Italia con Alemania, pero su gobierno inició negociaciones con los Aliados, cuyos diplomáticos se reunieron en Lisboa. Los Aliados, en cabeza de Eisenhower, quedaron brevemente satisfechos con las proposiciones de rendición, pero estas fueron modificadas frente a un acuerdo que los beneficiara.
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De nuevo se reunieron en Sicilia, lugar en el que se estableció que solo se rendiría si los Aliados lanzaban una gran ofensiva en la península, ya que los italianos querían asegurar la defensa de Roma, la cual no era posible sin fuerzas aliadas. Sin embargo, no tuvieron en cuenta que los aliados solo ocupaban el sur del país y algunas islas menores.
Finalmente, el 3 de septiembre de 1943 se firmó el armisticio, cuya decisión fue publicada el 8. Ello tomó por sorpresa a los alemanes, e incluso, al mismo Estado Mayor Italiano y a sus fuerzas.

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Condiciones imposibles
Pese a que se había firmado el armisticio, los mandos italianos no concertaron las acciones de sus fuerzas frente a la Wehrmacht, y no contaron con que aun no era posible una acción militar aliada en Italia. Bajo esto, el gobierno de Badoglio, junto al rey huyó y dejaron su país casi a su suerte.
El armisticio contaba con que los aliados atacaran masivamente, pero simplemente estos no estaban en una posición de tal proeza; aunque se estaban desplegando desembarcos en Salerno y Tarento, su avance se vio detenido por unos días por los alemanes. A raíz de esto, la Wehrmacht ocupó un amplio territorio del país.
Al no tener órdenes del mando italiano, algunos soldados volvieron a sus hogares, otros se rindieron ante los alemanes y unos menos afortunados fueron asesinados por su antiguo aliado.

Roma
El avance alemán culminó el 10 de septiembre, cuando los alemanes ocuparon Roma. Los romanos, presentaron una férrea defensa de su ciudad, pereciendo cientos. Esta fue la primera muestra de la Resistencia partisana, la cual duró hasta que Roma fuera liberada por los Aliados en junio de 1944.
Desde la ocupación de Roma hasta su liberación, fueron nueve meses de constante penurias, hambre, persecución, redadas indiscriminadas de la policía germana, traslados de su población a Campos de Concentración y exterminio, etc.
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El Atentado de Vía Rasella
Observamos como al comienzo de la primavera de 1944 los aliados estaban atascados en Cassino y en Anzio, a unos 25 Kilómetros de Roma, por lo que su liberación tardaría unas semanas más. No obstante, tarde o temprano la mancomunidad aliada rompería las líneas defensivas de la Wehrmacht y avanzaría hacia la Ciudad Eterna, lo cual daba esperanzas a los romanos, quienes vivían en constante peligro, con hambre y bajo condiciones inhumanas.

La oposición al fascismo, la ocupación y la República social italiana encontraba su fuerte en los comunistas, quienes eran la principal fuerza de choque, ya sea en sus grupos de guerrillas campesinas o en sus focos urbanos de resistencia. Uno de los principales grupos de resistencia era el CLN (Comitato di Liberaciones Nacionale), el cual, queriendo resaltar en el reparto del poder cuando la guerra terminase, planeó un atentado para el 23 de marzo de 1944, una fecha simbólica, ya que es el día en que se celebraba el aniversario fundacional del fascismo (Cubilla, s.f).
Al mediodía del 23 de marzo, Rosario Bentivegna (miembro del Comando comunista para el atentado), disfrazado de barrendero colocó una bomba de 18 Kilos de dinamita en un carro de la basura en la Vía Rasella, cerca de los jardines de Quirinal. (Cubilla, s.f, p. 38). La bomba explotó a las 3:30 de la tarde, cuando pasaba el Batallón Bozen, el cual estaba compuesto por reservista que provenían de Alto Adigio y que llevaban a cabo funciones de vigilancia en edificios oficiales .
La explosión dejó treinta y tres muertos con varios heridos.
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Animo tenso
La brutalidad nazi fue extremadamente alta para con sus ex aliados, lo que se evidencia con la gran cantidad de pueblos y aldeas destruidos, así como centenares de asesinatos, como sucedió en Civitabella el 18 de julio de 1944, donde la Wermacht asesinó a 212 hombres, mujeres y niños. En Roma no fue la excepción, alrededor de dos millares de judíos fueron capturados y deportados a Campos de Concentración (Cubilla, s.f) y aún hoy en día, los romanos no olvidan la Masacre en la Fosas Ardeatinas.
El gobernador militar de Roma, el General Kurt Maitzer, al conocer el atentado, ordenó sacar de sus casas a todos los residentes y transeúntes cercanos al sitio; se cerró la calle, se emplazaron ametralladoras y se alinearan a los civiles romanos en Vía Rasella. El animo era tenso, los soldados de las SS daban culetazos de rifle a diestra y siniestra, adultos, ancianos y niños solo esperaban la muerte.

Enseguida apareció el cónsul alemán Mollhausen y el coronel de las SS Eugen Dollman y calmaron al enloquecido general y lograron que dejara ir a las personas a sus casas, mientras se esperaba una orden de Berlín.
Represalia desmedida
Albert Kesselring, mariscal y jefe superior de las tropas alemanas en Italia, estaba apenas llegando a Roma cuando se enteró de lo acontecido. En su cuartel general se le comunicó la orden operativa del Cuartel de Hitler, expedida por el mismo Feldmarshal Alfred Jodl. En esta se ordenaba que se fusilaran 50 italianos por cada alemán.
A Kesselring le pareció fuera de lugar la orden, incluso en Rusia no hubo represalias mayores a 10 por 1, razón por la cual pospuso la orden y se comunicó con Jodl. No obstante, todo intento de detener o cambiar la nefasta orden fue infructuosa y al final terminó diciendo que hicieran lo que quisieran, aclarando que la orden acarearía serias consecuencias para los intereses alemanes en Italia (Cubilla, s.f, p.40).

Un monstruo generoso
Kassering renunció al cumplimiento de la orden y ahora la decisión le fue pasada a Eberhard von Mackensen, comandante de la plaza, el cual decidió que la represalia sería 10 por 1. Dos miembros de la Wehrmacht, el coronel Beelitz y el general Westphal, tenían dudas sobre la nueva directriz, por lo que se comunicaron con Jodl y ante una larga espera se confirmó la nueva orden: 10 por 1. Esta debía ser ejecutada por la policía de seguridad alemana bajo el mando de Herbert Kappler.

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Kappler pasó al orden al capitán Erich Priebke, el cual debía ejecutar 330 italianos. No les fue fácil reunir a las víctimas, tomaron criminales políticos (cinco en total), presos por delitos insignificantes, también judíos presos por ser “judíos”, civiles del día del atentado sin nada que ver, como un muchacho que estaba haciendo los quehaceres en casa de un amigo que por ironía del destino fue arrestado por estar fuera de su hogar (Cubilla, s.f, p.40).
La masacre
Las infelices víctimas fueron llevadas a las Fosas Ardeatinas, unas cuevas a las afueras de Roma. A estas se les condujo a la cueva, con las manos atadas y se les ordenó arrodillarse, para luego recibir el disparo de cinco “verdugos” en la nuca con una pistola. A las siguientes víctimas se les ordenó posarse en el suelo alfombrado por sangre y cadáveres de las anteriores, para luego también dispararles. Básicamente se formaban capas de cadáveres con los grupos de fusilamiento, continuando capa tras capa.
Asistencia a la Unión Soviética

El temple de los ejecutores no duró mucho, por lo cual algunos relevados y otros emborrachados para ayudar a superar el shock. Uno de los ejecutores, dice Cubilla (s.f, p. 41), mencionó lo siguiente: “No habría podido hacerlo una tercera vez, aunque me hubiese costado la vida. Cuando lo conté en casa, mi mujer enloqueció y jamás se recuperó de aquello”.
Numero
Priebke llevó con recelo -¿o bien con negligencia?- la masacre de las fosas Ardeatinas, puesto que en su mando se ejecutaron 335 personas, cinco más de las establecidas por la orden operativa final. Entre las víctimas se encuentran 70 judíos, un anciano de 74 años junto con sus 2 hijos y 3 nietos.
Asistencia a la Unión Soviética, parte 2

Responsables
Herbert Kappler fue detenido después de la guerra, fue juzgado por la deportación de más de 2 mil personas. Fue condenado a cadena perpetua, pero a los 69 años escapó en una maleta, moriría no mucho después.
Erich Priebke fue encarcelado, pero logró escapar de un campo de prisioneros y con apoyo de organizaciones nazis llegó a Argentina, donde fue descubierto en 1994 para ser de nuevo juzgado en Italia. También fue juzgado Karl Hass, oficial de las SS que se encargó de llevar y vigilar a las víctimas.
Ambos (Kappler y Priebke) escudaron su acciones en que solo actuaron siguiendo órdenes, de hecho Kappler pido disculpas por haber errado cinco prisioneros más, así como por el asesinato de los tres menores. Sin embargo su acto fue aberrante y se les condenó por Crímenes Contra la Humanidad; de hecho, el tribunal resaltó que “dejarlo en libertad constituía un error histórico que debíamos corregir. La memoria de los muertos y de sus familiares y la Italia entera exigía un castigo ejemplar para los autores de tan horrendo crimen” (Cubilla, s.f, p.41).

Bibliografía
- Cubillos, J. (s,f). Masacre en las Fosas Ardeatinas. La II Guerra Mundial como nunca se la habían contado., 38-41.
- Raiber, R (2008). Anatomy of Perjury: Field Marshal Albert Kesselring, Via Rasella, and the Ginny Mission. Newark: University of Delaware Press., 41.
- Katz, R (2005). La Batalla de Roma. Los nazis, los aliados, los partisanos y el Papa: septiembre de 1943 – junio de 1944, Madrid: Turner.
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Licenciado en Ciencias Sociales, docente de Historia en la educación básica primaria y secundaria, y educación media en Colombia. Jefe editor y redactor en Un Siglo en Guerra.
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