Mata Hari, la espía seductora.
El inicio de la leyenda de Mata Hari
Los anaqueles más recordados del siglo XX poseen un espacio lleno de danza, sensualidad e inteligencia. Su protagonista es Margarete Gertrude Zelle o Mata Hari (1876–1917), una mujer neerlandesa. Ella sacudió gran parte de las dos primeras décadas con sus movimientos exóticos para Occidente. Europa se encontró fascinada por sus show de baile. Esto le permitió escalar socialmente hasta el punto de tener romances con altos mandos, adinerados y políticos. Pero a su vez, sería su condena. Al llegar a tales niveles, también bailó con el mundo de espionaje.
A los diecinueve años se casó con Rudolph MacLeod, un oficial estacionado en las Indias Orientales holandesas. Vivieron en Sumatra e Indonesia desde 1897 hasta 1901 y tuvieron dos hijos. Sin embargo, su hijo fue asesinado por un criado, así que en 1903, después de su regreso a los Países Bajos, su esposo se fue, llevando a su hija con él.
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Así en 1905, la leyenda de Mata Hari inició en Paris, Francia. La carga sentimental por la muerte de su hijo y la fallida custodia de su hija le obligaron a iniciar una nueva vida; entendió que podría sobrevivir gracias a su pasado en oriente, un mundo exótico para Europa. Por ello creó una nueva identidad que bailaba para los parisinos: Mata Hari (malayo para “ojo del día” o el amanecer). Más adelante, su fama creció, lo que le permitió hacer shows en gran parte del continente.
Esto le permitió una vida lujosa, pero que poco a poco no se logró sostener. El gasto desmesurado provocó la desesperación de Mata Hari, hasta el punto de entrar en el mundo del espionaje, justo en plena Gran Guerra. En 1914, regresó a los Países Bajos, estableciéndose en La Haya. Allí se le acercó un cónsul alemán para ponerle ser agente de espionaje para los alemanes. Así se convirtió en el agente: H-21. Más tarde, mientras visitaba París en 1916, se insinuó la inteligencia francesa para trabajar para ellos.
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De esta forma, ella logró conocer información de oficiales franceses, al tiempo que les informaba de acontecimientos falsos o antiguos de índole alemán. Sin embargo, en 1917 el ejército francés la arrestó por cargos de pasar información al enemigo. Un tribunal marcial la encontró culpable y fue sentenciada a muerte por pelotón de fusilamiento el 15 de octubre en la Fortaleza de Vincennes. Con ello, la leyenda de Mata Hari creció a niveles históricos; hace parte de los sucesos más relevantes de la Primera Guerra Mundial.
Mata Hari y su espionaje seductor y cortesano
Mata Hari fue una de las primeras personas en establecer el Spy-Courtesan (espionaje cortesano) (Wheelwright, 2016). Pero con su valor agregado: la sexualidad y el erotismo. Así logró adentrarse en los altos mandos franceses, hasta el punto de confundir información para enviar por malos pasos a las tropas francesas. En consecuencia, sus movimientos fueron vitales para el devenir de las tropas prusianas y la Gran Guerra. El estilo seductor de Mata Hari dio frutos, al tiempo que sentó las bases de un espionaje centrado en los altos mandos, grupo perfecto para conocer de primera mano movimientos importantes y secretos.

Además, ella revivió esos temores históricos sobre el poder erótico de las mujeres (Wheelwright, 2016), justo en un contexto de plena guerra, donde los hombres luchaban y las mujeres esperaban a sus familiares y cuidaban a la generación joven, sin posibilidades de participar en el conflicto, tal como lo indica Rosie White (2007): “The woman spy also offers a version of the New Woman across the twentieth and into the twenty-first century; she is rarely depicted as maternal and more often situated within the professional workplace” (p.1).
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Por lo tanto, Mata Hari (y el resto espías femeninas) involucró directamente a la mujer en el contexto bélico; si bien no participó como soldado, su rol jugó un papel igual de estratégico e importante: la filtración de información sobre los movimientos en batalla, los roles y las relaciones de poder dentro de los bandos aliados.

Cada movimiento de Mata Hari fue un ejercicio de manual para entender los detalles de las agentes femeninas (Wheelwright, 2016). Las naciones en conflicto entendieron aún más el poder que las mujeres poseían en la guerra. El espionaje cortesano pasó a ser, también, seductor; obtuvo licencia para ser más directo. Las mujeres podían involucrarse aún más que los hombres en el contexto que se le era asignado filtrar. Esto cambió el sentido de belleza y sensualidad, dejo de ser pasivo y se convirtió en una herramienta de guerra.
Dichos cambios lograron adentrarse, también, en el lenguaje utilizado para describir a las mujeres, resultó ser un discurso múltiple y cambiante (White, 2007). La feminidad cambió de rol social, pasó a ser peligrosa, manipuladora, traicionera. Además, estas concepciones se alimentaron luego de la Gran Guerra, dándoles un carácter violento, como los estereotipos de espías masculinos[1]. No obstante, según Mary Ann Doane (1991): “not the subject of feminism, but a symptom of male fears about feminism” (p.2-3).
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Por lo tanto, el nuevo lenguaje que describió a las espías femeninas fluyó gracias al miedo masculino y su interpretación de acciones, como las de Mata Hari. Pero esto no limitó el accionar femenino en la guerra y la historia; al contrario, alimentó a la concepción de fortaleza que algunas mujeres actuales promulgan, sin caer en los estereotipos cultivados en el cine y la literatura (White, 2007).

Conclusión
Mata Hari es una leyenda para la historia de la Primera Guerra Mundial; sus acciones le dieron una categoría que ha cambiado según sea el momento, el arte o la literatura. Por lo tanto, ella es una figura cambiante, que se amolda a los estereotipos de las espías femeninas; no obstante, también es una figura que representa a la feminidad de la época, la fortaleza de las mujeres en pleno conflicto.
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Por otra parte, Mata Hari guío al espionaje femenino. Las mujeres podían usar el erotismo y la sexualidad para doblegar la información enemiga. Esto determinó acciones de manual que algunas espías usaron; además, amplió las acciones de las mujeres en pleno conflicto, les dio un rol nuevo, más directo en los devenires de los sucesos.

Notas
[1] Esta premisa crea otro fuerte debate en torno a la caracterización del hombre espía. El espionaje masculino también se amoldó a estereotipos alimentados por el cine y la literatura.
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Bibliografía
- Doane, M. (1991). Femmes Fatales: Feminism, Film Theory, Psychoanalysis. London: Routledge.
- Wheelwright J. (2016). The Language of Espionage. In: Declercq C., Walker J. (eds) Languages and the First World War: Representation and Memory. Palgrave Studies in Languages at War. London: Palgrave Macmillan,
- White, R. (2007) Violent Femmes: Women as Spies in Popular Culture. Abingdon: Routledge.
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